La visión imperante de la felicidad en América sugiere que -además de la riqueza- la fama, el éxito, la juventud y la belleza son factores críticos para la felicidad.
Después de todo, ¿no son más felices los jóvenes, ricos, famosos y guapos? ¿No es que colecciona más juguetes el que gana el juego de la vida?
Psicólogos e investigadores han descubierto que las diferencias entre la gente que tomamos como indicadores importantes de la felicidad (en función de dinero, edad, genero, salud, raza, educación, trabajo y la geografía) tienen una incidencia mínima en la satisfacción general en la vida. Por muy asombroso que parezca, las circunstancias tienen poco que ver con la felicidad.
El problema se agrava por la tendencia a compararnos con otros en función de estas normas ilusorias, aumentando el sentimiento de insatisfacción constante que alimenta la infelicidad.
Nos esforzamos a seguir a los demás porque parecen más felices que nosotros. Y probablemente no lo sean; sin embargo mucha gente cree que lo son. Y esta falsa idea es la que crea la verdadera infelicidad.
La publicidad explota nuestra predisposición a compararnos con las imágenes de otros a los que parece irles mejor (y, por tanto, parecen más felices que nosotros). Al bombardearnos con imágenes de personas que tienen enormes y lujosas casas, modos de vida extravagantes, cuerpos esculturales, etc. Despiertan nuestra envidia, aumentan nuestro circulo de comparaciones y despiertan nuestro apetito por lo que tienen otros.
Asimismo existe la creencia generalizada de que seríamos más felices si tuviéramos menos problemas o que una vez que resolvamos el problema que estamos afrontando en un momento dado, obtendremos la felicidad. Pero casi nunca ocurre así. El problema actual es sustituido por otros nuevos problemas en una procesión incesante.
Nadie puede evitar los problemas, ni siquiera los sabios o los personajes ilustres. Todo el mundo tiene problemas. Pero todos conocemos a gente con grandes problemas y es feliz, y a gente que disfruta de todo tipo de ventajas y se siente miserable.
El budismo describe la vida como un cúmulo de sufrimientos que surgen en el ciclo eterno del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte. Existe otro tipo de sufrimientos, sin duda, que incluyen la pérdida de un ser amado, la depresión, el despido del trabajo, ser pobre en el seno de una sociedad próspera, verse limitado por barreras raciales y étnicas: todo esto añade sufrimiento y angustia.
El budismo encuentra la felicidad en medio de los problemas.
El motivo de que haya tanta gente infeliz es, en la mayoría de los casos, porque se deja llevar por ideas engañosas. Creen en los mitos predominantes que propaga nuestra cultura sobre la felicidad.
FELICIDAD ABSOLUTA Y FELICIDAD RELATIVA
La felicidad relativa, por ejemplo cuando uno ha estado felizmente casado, la muerte de su esposa puede sumirle en la más profunda desgracia. También hay muchos que llegan al final de su vida solos, indigentes y miserables a pesar de haber adquirido cierta fama o popularidad.
Ni la riqueza ni el estatus ni la fama ni la belleza pueden garantizarnos una vida feliz.
El estado de felicidad absoluta se denomina budeidad. Hemos nacido en esta vida para ser felices, no solamente para soportar el sufrimiento.
Un principio budista básico denominado los diez mundos destaca sistemáticamente el drama incesante que hay en cada momento de nuestras vidas interiores.
Estos estados son:
1. Infierno
2. Avaricia
3. Animalidad
4. Ira
5. Humanidad
6. Cielo (Éxtasis o felicidad relativa o temporal)
7. Aprendizaje
8. Realización
9. Bodhisattva (misericordia)
10. Budeidad (Iluminación o felicidad absoluta)
En el budismo el cielo y el infierno no son lugares sino condiciones vitales.
¿Qué tiene de malo estar en los mundos de humanidad y el cielo?
El problema que estos estados no son duraderos. En los 6 mundos inferiores, estamos a merced de nuestro entorno. Nuestro bienestar depende de algo o alguien.
Los mundos superiores (7 al 10), incluida la budeidad se conocen como los “cuatro mundos nobles”.
El mundo de bodhisattva o compasión, caracterizado por la voluntad de ayudar a los demás.
Nichiren escribió: “Más valiosos que los tesoros de un almacén son los tesoros del cuerpo, y los tesoros del corazón son los más valiosos de todos”.
Los tesoros del almacén son las posesiones materiales y la riqueza financiera. Los tesoros del cuerpo son la salud, el buen aspecto, el conocimiento, el estatus, etc. Son importantes y obviarlos nos produciría un sufrimiento innecesario, pero están sometidos a la ley de lo efímero, y por lo tanto, al final y al cabo, son relativos. Cambian con el tiempo y no puede ser la base de una felicidad duradera.
Los tesoros del corazón son los tesoros del reino interior, las virtudes y las cualidades que surgen de nuestra naturaleza de Buda. Los verdaderos tesoros de la vida son aquellos cualidades que enaltecen nuestras acciones de la vida diaria, dándonos sabiduría, valor y seguridad para ganar en cualquier circunstancia. La base de la felicidad humana empieza por el reino interior.
Nichiren hacia referencia a este reino interior como la “torre del tesoro”.
Deseo saber mas sobre el budismo me interesa muchismoo